LA RUTA DEL VENADO

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(2 de Enero de 2010)

10 horas encima de la bici merecieron la pena para meternos entre pecho y espalda un buen “plataco” de venado en salsa en lo más alto de la sierra; aunque claro está que no solo estuvo la comida, nos esperó un día bastante completo de ciclismo de 66km exactos. La jornada empezó a la hora de siempre y donde siempre, a las 9:00 en nuestra querida esquina. Unos minutos pasaron hasta que todos nos reunimos y pudimos salir dirección al Santuario de Linares (para subir la Cañada Real). El día no amenazaba lluvia, buena noticia después de lo visto los días anteriores. Por cierto, esta vez estuvimos cuatro, ya que a Jose Manuel parecían habérsele atragantado las uvas… En resumen, pedaleamos y pedaleamos hasta que nos encontramos con el bien conocido puente de hierro, en el que casi nos tiramos medio día para cruzarlo, bueno, casi… Para quien no lo conozca, no es fácil para muchos cruzar un puente a 100 metros de altura, oxidado y abandonado, donde lo único que te separa del vacío son unas chapas metálicas agujereadas (y que además lleva nosecuantas décadas deteriorándose). Cuando al fin llegamos a la otra “orilla”, seguimos nuestro camino sin novedades hasta el Santuario de la virgen de Linares (que no está en Linares, sino en Córdoba). Allí nos paramos unos minutos a hacer unas fotillos y a hacer el “ganso”, grabando como bajábamos un terraplén. Ahí abajo aparecemos posando justo al comienzo de la Cañada Real Soriana.




A los pocos minutos, cansados de dar vueltas como buitres, avistamos unos cuantos rallilleros y nos lanzamos al acecho a lo largo de la Cañada. A un ritmo infernal los pillamos con nuestras “ruedas gordas”, hasta que ocurrió lo de siempre: que las ruedas gordas pinchan cuando menos te lo esperas. Esta vez le tocó a Jose L., que se comió un pincho de los buenos (Véase la foto inferior).




Sin prisa nos pusimos de nuevo en marcha. Tras reparar el pinchazo, repostamos un poco de chocolate para subir la tensión y de nuevo tocaba pedalear. La subida hasta Cerro Muriano la planteamos con calma, sin pausa pero sin prisas. Es importante mencionar, para quien no conozca la zona, que la subida hasta Cerro Muriano por la Cañada es la más larga que puedes encontrar en los alrededores de la ciudad de Córdoba.

Dicho esto, emprendimos la subida a una única parada, la cual no nos llevó más de 10 minutos. Allí comimos lo que cada uno creyó conveniente, por cierto, curioso fue el “batido” de proteínas (al 99%) que se metió Sergio, eso sí es ir bien preparado y no lo que yo llevo: el típico bocadillo de chóped con mantequilla.

Después de este pequeño aperitivo llegamos sin contratiempos al comienzo del camino de Villa Alicia. Mención aparte merece lo de este camino, y es que resulta que esta es una vía pública, la cual parece haberse apropiado un vándalo por el hecho de que dicho camino pasa por delante de la puerta de su casa. La situación que vive el camino de Villa Alicia ha sido revindicada no sólo manifiestamente, sino que, al parecer, el caso ha llegado a los juzgados y la sentencia ha fallado a favor de la libre utilización de este camino. Una buena noticia que, de momento, no se ha hecho patente, de forma que la batalla está ganada pero no materializada.

A lo largo de la travesía por el camino de Villa Alicia lo único que faltó eran minas anti-persona. El camino estaba plagado de árboles talados puestos estratégicamente por el dueño de la finca para cortar el camino a ciclistas y peatones, además de los numerosos obstáculos varios como el que se aprecia en la imagen inferior; el cual nos vimos obligados a saltarlo como delincuentes con tal de proseguir el camino con todo nuestro derecho. Esto y mucho más era todo lo mejor que se le ocurrió al ya famoso individuo:




Si lo único que pretendía era hacernos daño o lesionarnos estuvo a punto de conseguirlo, porque otra cosa dudo que consiga.
Cambiando de tema y continuando por donde iba, proseguimos nuestro camino sin pausa hasta entrar en el parque forestal de Los Villares, desde donde tomamos la salida dirección al Lagar. Antes de llegar a este punto, nos desviamos dirección Las Jaras. Para que os hagáis una idea, pedalear por aquí parecía pedalear por las mismísimas marismas de Doñana, algunas zonas eran un auténtico valle de fango. A parte de lo que costaba tirar de la bici con las ruedas hundidas, el barro nos llegaba hasta las cejas, y que me lo digan a mi… metí en dos ocasiones la pata hasta el fondo, en cuanto me quedaba clavado en el fango no tuve más remedio que clavar mi pata izquierda en el barrizal. Aquí abajo dejo la foto, donde la bota parece una escultura de barro.


Fue un auténtico fastidio tener que aguantar tanta humedad y esa sensación pringosa y fría dentro del zapato. Por cierto, por si mi descripción se ha quedado corta, más vale una imagen que mil palabras:



Sí señores, es toda una Heckler dejada caer sobre el barro (así que estando una persona montada encima es para imaginárselo). En fin, de buena manera conseguimos eludir el barrizal y continuamos por un camino algo mejor para pedalear. Al cabo de un buen rato desembocamos en las Jaras, y cogimos un tramo de carretera que nos permitió rodar con rapidez hasta Los Arenales (sitio previsto de la comida). Estuvo entretenida la última parte justo antes de llegar a Los Arenales, donde la carretera es muy revirada y poco transitada. Es en esa carretera donde nuestro compañero Jesús vio pasar un avión adelantándolo por el interior (él sabe a que me refiero).

Una vez en los Arenales llegó lo bueno. Llegamos con nuestras cuatro “burras” imponentes dispuestos a saciarnos de venado; y así fue. En esta foto aparecen las cuatro sujetando el tabique del bar:




Nosotros mientras fuimos a lo nuestro, es decir, a comer la excepcional carne de monte que se encuentra por esas tierras. Mención a parte merece el camarero, quien nos animó la comida más aun. El servicio además fue rápido y de calidad, todo a pedir de boca. Si alguien va por la carretera de Villaviciosa puede darse un gustazo en este bar justo a la altura de Los Arenales; muy recomendable. En fin, empezamos en seguida a hincarle el diente al pobre animal. Por supuesto, todos metimos tenedor en plato ajeno, había que saborearlo todo.

(Jesús al borde del colapso).

Al acabar, llegó el camarero y soltó una gran verdad: “Este está entrando ya en coma” (refiriéndose a mí). Si en ese momento entré en coma, cuando retomamos la marcha por la cuesta de Los Arenales (bien conocida por algunos) me morí directamente (con lo bien que se estaba con la panza al sol…). Si no me dio un corte de digestión, fue un verdadero milagro. ¡Que mal rato, y yo sin agua!
En realidad no me apetece rememorar ese rato, así que resumiendo se puede decir que subimos la maldita cuesta y bajamos hasta los baños de Popea (ese sí que es un gran lugar). En la siguiente foto aparece Sergio jugándose el tipo, encaramado en lo alto de la cascada, todo para coger agua que echarnos a la boca.




Por lo visto se trata de agua potable, aunque creo que es mejor no abusar. Pocos ríos tan limpios quedan en Andalucía como este, en el que puedes beber directamente de él, es todo un ejemplo. Después de esto continuamos y poco más ocurrió. Eso sí, cuando vimos que se nos echaba la noche encima apretamos y volvimos a toda máquina con rumbo a Assuan (conocido cruce de carreteras). Todo ese tramo fue más que pesado, el cansancio se hacía patente y el venado estaba atravesado aun en el esófago.

Finalmente llegamos a Assuan completamente agotados. Sin detenernos a penas fuimos directos a bajar por Los Morales.

La bajada no fue del todo buena debido a la poca luz que había a esas horas, y bien conocido es el riesgo de los malditos regueros. Por mi parte, antes de darme cuenta ya estaba arrastrando los hocicos por la tierra. Se me metió la rueda en uno de los regueros y me fui de morros. Pero nada, tan rápido como me caí me levanté.

Lo demás transcurrió según lo esperado, llegar a casa antes de que la noche cayera del todo. Después de esto nos queda pensar: “¿Se convertirá esto en una tradición anual: La Ruta del Venado del 2 de Enero?”