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(los calcetines eran blancos antes de la prueba)
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Bueno, en general se puede decir que sufrimos lo nuestro, pero hubo momentos bastantes emocionantes, sobre todo en el momento de la bajada hasta el pueblo, donde bajamos (cada uno por nuestra cuenta) a un ritmo fortísimo (alguno más que otro), sin importarnos el barro que nos saltara a los ojos ni la peligrosidad del inestable terreno; en esos momentos dices: "que sea lo que Dios quiera". Resumiendo, fue una bajada de locos, en la que acabamos tragando barro (pero tragándolo de verdad). Se me olvidaba, los frenos apenas retenían de lo mojados que estaban los discos y las pastillas, a parte del ruidazo que hacían cuando frenabas, que parecía que estaban matando a una manada de elefantes.
(momento del arroz)
Una vez en el pueblo, de nuevo en el punto de origen, mi colega Jesús y yo sufrimos una hipotermia, de poca importancia, pero fue una hipotermia. A penas podíamos andar, y los dedos parecían polos, bueno... en realidad ni los sentíamos. Por mi parte, más que nadie, lo pasé mal, ya que tuve que esperar unos 30 o 45 minutos a que llegase toda la tropa, puesto que mi bolsa para ducharme estaba dentro de su coche. Finalmente entramos en las duchas y se acabó el frío, aunque se hubiera agradecido que el agua hubiese estado algo más calentita. Recuerdo el tremendo picor que me entró en los pies al contacto con el agua caliente, cosa curiosa. Al rato me explicaron que eso se podía deber a que la sangre no circulaba por algunos vasos sanguíneos, y al calentarme se reanudaba el riego, de forma que la presión de la sangre provocaba esa incómoda sensación.
La última parte de la jornada no tuvo nada que ver. Disfrutamos de unos buenos platos de paella y de bebidas sin restricciones de cantidad (había cerveza, cocacola, vino, etc.). Después llegó el momento del sorteo de regalos, a mi me tocó una taza (algo es algo...). Y ahí acabó todo.
Una vez en el pueblo, de nuevo en el punto de origen, mi colega Jesús y yo sufrimos una hipotermia, de poca importancia, pero fue una hipotermia. A penas podíamos andar, y los dedos parecían polos, bueno... en realidad ni los sentíamos. Por mi parte, más que nadie, lo pasé mal, ya que tuve que esperar unos 30 o 45 minutos a que llegase toda la tropa, puesto que mi bolsa para ducharme estaba dentro de su coche. Finalmente entramos en las duchas y se acabó el frío, aunque se hubiera agradecido que el agua hubiese estado algo más calentita. Recuerdo el tremendo picor que me entró en los pies al contacto con el agua caliente, cosa curiosa. Al rato me explicaron que eso se podía deber a que la sangre no circulaba por algunos vasos sanguíneos, y al calentarme se reanudaba el riego, de forma que la presión de la sangre provocaba esa incómoda sensación.
La última parte de la jornada no tuvo nada que ver. Disfrutamos de unos buenos platos de paella y de bebidas sin restricciones de cantidad (había cerveza, cocacola, vino, etc.). Después llegó el momento del sorteo de regalos, a mi me tocó una taza (algo es algo...). Y ahí acabó todo.
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